
El arte es por tanto lo que expresamos desde
donde sentimos y creemos y es al mismo tiempo lo que forma la experiencia
elegida, porque elegimos siempre aunque lo hagamos de forma inconsciente. Ahí
está precisamente lo que a mi personalmente más interesa, porque si elegimos
cada uno de nosotros lo que estamos expresando y experimentando, significa que
el poder no está afuera y que esencialmente es nuestro. Nuestra es pues la
responsabilidad a la hora de elegir consciente o inconscientemente participar de
algo dentro de todo lo que ocurre en esta obra de arte que creamos juntos y que
llamamos "nuestra vida".
Lo que está claro es que necesitamos conocer
nuestra obra sin velos para poder descubrir la verdad de lo que estamos
generando ya sea de forma consciente o inconscientemente. Si conocemos lo que
ocurre en nuestro escenario, si entendemos lo que de verdad estamos creando y
somos capaces de reconocernos artífices de todo ello, entonces podemos empezar a
usar ese mismo poder para imaginar algo tal vez distinto, más acorde a nuestra
voluntad consciente.
Lo primero que puede ocurrir si uno lee el
Jaque Mate y conoce por primera vez la información que allí se comparte, es que
la razón que ampara a veces nuestra ignorancia se decante por desacreditar lo
que sus ojos estén leyendo y el lector escoja seguir durmiendo. Es fácil
sentirse seguro dejandose llevar por lo que supuestamente ya sabemos desde la
programación oficialista que desde la escuela, la familia, las religiones, los
medios y los estamentos se han encargado de repetirnos toda la vida. Otra
trampa al conocer lo que el Jaque Mate nos cuenta sería la de creerlo y enojarse
buscando responsables externos, poderes contra los que nos sentimos demasiado
pequeños como para poder ganar en un campo de batalla que en realidad, solo es
un reflejo de lo que ocurre dentro de cada uno de nosotros. Una tercera trampa
al leer el Jaque Mate será la de sentirse suficientemente fuerte como para
empezar la lucha contra un sistema diabólico del que no nos sentimos parte
integrante. Siento decirles que cualquiera de las tres opciones delega nuestro
poder hacia afuera y nos deja a merced de las llamas.
Como el artista que no cree ser el autor de la
pintura que encuentra en su estudio por la mañana, descansando en su caballete
tras una noche intensa de creación, observando ante sí una obra que no le agrada
y con la que se ensaña atacando el lienzo con un cuchillo hasta destruirla,
nosotros podemos caer en el mismo patrón. Sentirse las víctimas de un sistema
que manipula y destruye, ya sea para asumirlo con sumisión o ignorancia como
para desenterrar el hacha de guerra, no tiene mucho que ver con entender que
somos nosotros mismos los que lo estamos cocreando todo lo que experimentamos
sin saberlo. Tomar el poder no es luchar contra algo sino más bien respirar y
admitir desde donde estamos proyectándo, porque ese algo siempre sale de
nosotros mismos y saberlo es comprender que el poder está en nuestra capacidad
de generar realidad propia. Así pues, si en lugar de emprenderla con la bestia
lo que hacemos es abrazarla, amarla y observarla para saber que nos cuenta de
nosotros, nos dará la posibilidad de tomar los pinceles y simplemente decidir
pintar otra cosa encima. Ese es una vez más nuestro poder, y para usarlo tenemos
que saber donde estamos y desde donde nos manifestamos. Para eso existen los que
destapan la verdad tras el velo.

El periodismo debería ser, dicho lo dicho, el
arte de comunicar lo que ocurre dentro de nuestra propia creación, lo que
estamos creando entre todos, aunque aún muchos no sean conscientes del poder que
contenemos. Recuerden una vez más y a riesgo de hacerme pesado, que todo lo que
nos rodea es en realidad nuestra obra de arte colectiva, creada desde nuestros
pensamientos y emociones, aunque la mayor parte de lo que proyectamos desde
dentro hacia afuera lo generemos de forma inconsciente. La física cuántica tiene
claro que los electrones crean la realidad a partir de lo que piensa y siente el
observador. no estamos hablando pues de fantasía.
Por eso es precisamente por lo que el Jaque
Mate me parece, ahora más que nunca, una obra de arte viva y consciente que
merece ser destacada. Arte de denuncia, como no, pero arte de denuncia de la de
verdad y no de postal.

Víctor Brossa
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